Aquellos que trafican con influencias de terceros, por interés,
son sus proxenetas y traicionan sus propios pensamientos -o definitivamente
no los poseen- por lo que son inútiles a su propia vida y a la de sus
semejantes,
salvo a aquellos que posean la condición de ambiciosos, ruines y traidores a la ética
y el bien común.
No merecen la existencia.
Jorge Horacio Richino - El
Escritor de la Web
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