sábado, 17 de mayo de 2008

Tristeza en el mar.




Contra las rocas de aquel acantilado
se había clavado la proa de aquel viejo barco.
La furia de Neptuno lo había sacado de su curso
y lo había incrustado entre la arena y la piedra.



Vaya a saber el tiempo que allí llevaba,
aunque por lo oxidado de su casco
seguramente fueran muchos años.
Años de golpear y golpear, sobre su estructura,
infinitas olas que producían una espuma blanca
en su derredor.



La tarde era gris y ventosa,
y la bruma avanzaba hacia la costa
humedeciéndolo todo.



Dramática y tenebrosa era la visión
y se acongojaba el alma al contemplarla.
Tristeza profunda y, a la vez, misteriosa
que aunque invitaba a retirarse de aquel sitio,
prevalecía una fuerza poderosa que me retenía
-como al fósil metal del corroído navío-
intentando que la melancolía que producía en mi...
durase, todavía, un poco más.





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Autor: Jorge Horacio Richino
Buenos Aires, 2 de marzo de 2008
(Todos los derechos reservados)
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Poema editado en todos los sitios y otras
publicaciones del autor.
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